viernes, 9 de febrero de 2024

IV Centenario de la Inauguración de la Plaza Mayor de Tembleque, (1624-2024) con la visita del Rey Felipe IV y Francisco de Quevedo.

Hoy celebramos una de las efemérides más importantes en la historia de Tembleque, pues se cumple el IV Centenario de la Inauguración de la Plaza Mayor de Tembleque, (1624-2024), o al menos así la consideran muchos historiadores, por el acontecimiento que os voy a narrar a continuación.
De modo muy resumido, se trata de la visita que el Rey Felipe IV hizo a Tembleque, que por aquel entonces pertenecía a la Orden de San Juan, en una de las muchas paradas en su viaje de Madrid a Andalucía, entre febrero y abril de 1624.
Felipe IV de joven.
En Tembleque, le recibieron con un festejo taurino en la Plaza, el 9 de febrero de 1624, (según otras fuentes sería el día 10 de febrero) y cuentan las crónicas (que detallaremos ampliamente) que en el tercer y último toro del festejo, cuando nadie se atrevía a desjarretarle, el Rey lo mató de un arcabuzazo. Este hecho es considerado por muchos historiadores como la inauguración oficial de la Plaza Mayor de Tembleque, aunque en realidad ya existía años atrás.
Además, como os explicaré en este reportaje, no fue sólo esta visita, ya que de regreso a Madrid en este viaje a Andalucía, volvió a parar en Tembleque dos meses después, el 17 de abril de 1624, donde nuevamente le recibieron con un festejo taurino.
Pero pongámonos en antecedentes para explicar mejor el contexto.
Conde-Duque de Olivares
La Plaza Mayor de Tembleque ya existía desde antes de su configuración actual, al menos desde el siglo XVI, Existen varios documentos, uno de fecha 1598, llamado
“Censo a favor de la Capellanía del Licenciado Francisco García Mayordomo” (conservado en el Archivo de la Real Chancillería de Granada) en el que se menciona: “El Ayuntamiento de Tembleque tomó una casa mesón y otras accesorias y tiendas que en la plaza pública del pueblo tenía la Capellanía de Animas, para derribar parte de dichos edificios y dejarla cuadrada en proporción…” Igualmente en dicho documento se dice: “…que la plaza era muy pequeña para las fiestas y cosas públicas… y en la dicha plaza había un mesón que decían del Caballo, que la ocupaba y hacía mucha fealdad, y quitándolo quedaría cuadrada y muy adornada…”
Por parte de nuestra vecina Mercedes, lingüista, que hace 10 años estuvo catalogando algunos libros antiguos del Ayuntamiento de Tembleque, nos explicaba que en nuestro pueblo:
"Existía un gran número de mesones, uno de ellos fue expropiado antes de 1593 para construir la actual Plaza Mayor y ampliar las dependencias del Concejo (actual Ayuntamiento y oficina de turismo). Este mesón era de la Orden de San Juan; su Prior pleiteó por no estar conforme con la cantidad asignada, y el pleito duró hasta 1597, pero la Plaza ya estaba construida antes de la primera fecha, finales del siglo XVI, según consta en el manuscrito".
Es decir, que fue a partir de esas fechas, cuando se expropiaron varias casas, mesones o edificios que estarían construidos en lo que hoy es la Plaza Mayor, para agrandarla y darle su configuración actual.
Francisco de Quevedo.
Este reportaje es a modo de introducción de esta importante efemérides, pero esperamos que a lo largo del presente año 2024, se lleven a cabo en Tembleque varios eventos conmemorativos con motivo de este IV Centenario, comenzando con nuestro buen amigo e historiador consaburense José García Cano, que en breve vendrá a nuestro pueblo para explicarnos muchos más detalles de la historia de Tembleque y su Plaza Mayor. Y ya os adelanto que nos traerá nuevos datos inéditos muy relevantes que ha localizado, sobre los inicios de nuestra Plaza Mayor.
De momento, nos centraremos en la visita del Rey Felipe IV, el 9 y 10 de febrero de 1624, por cumplirse hoy mismo 400 años, es decir, el IV Centenario, y lo haremos gracias a las numerosas crónicas y cartas que existen de ese regio viaje. Destacar que una de las muchas personalidades que acompañaron en ese viaje y que también dejó escrita su crónica, poemas y cartas, además de hacer parada y fonda junto al Rey en Tembleque, fue al poeta Francisco de Quevedo.
Felipe IV de joven.
Por no extenderme mucho, ya que existe gran cantidad de información, os resumiré que fue un viaje programado principalmente por motivos políticos, el Rey Felipe IV, que por aquel entonces contaba con tan solo 19 años de edad, junto con su valido, el poderoso Conde-Duque de Olivares necesitaban acercarse al pueblo, y además, Andalucía era un territorio especialmente de interés para la Corte, pues era la puerta al mercado con las Indias (América), y necesitaba congeniar con la nobleza de tierras Andaluzas, también por cuestiones económicas.
Además de la política, la economía y otros aspectos estratégicos, también era necesario mostrar la cercanía del Rey con el pueblo, por eso, en muchas de sus paradas desde Madrid a Andalucía, también era importante el aspecto más lúdico y festivo, como sucedió en Tembleque.
Este viaje fue muy costoso, pues  la Corte del Rey llevaba además un amplísimo séquito, entre nobles, su hermano Carlos de Austria (era el sucesor al trono), duques, condes, figuras eclesiásticas, cardenales, hombres de Cámara, Capellanes y un largo etcétera, pero también iban otras muchas personas de la servidumbre, como por ejemplo, tres barberos, un carpintero, dos músicos, tres médicos, sangradores, cirujanos, numerosos cocineros, (pasteleros, bizcocheros, panaderos...) o también, tres escuadras de guardas de archeros, alguaciles, monteros, alcaldes, etc...
El viaje se inició el 8 de febrero de 1624, desde Madrid, y la primera parada, tras almorzar en Valdemoro, fue en Aranjuez. Hay que tener en cuenta que los viajes en aquella época eran lentos, y más en aquellos primeros días de febrero, cuando el terreno estaba embarrado y además estuvo nevando durante días.
El Rey viajaba en carruaje, tirado por 6 caballos
. Su coche debió ser el mismo o uno muy similar al de esta fotografía, que perteneció a su propio padre, Felipe III, que lo utilizó en otro viaje a Portugal, en 1619, apenas 5 años antes que a Andalucía.
Ya el viaje a Aranjuez fue bastante tortuoso, pues cuenta Quevedo que volcó uno de los coches de la comitiva, precisamente donde él mismo iba.  Y lo dejó plasmado tal que así:
"Volcóse el coche del Almirante; íbamos en el seis; descalabróse D Enrique Enríquez; yo salí por el zaquizamí del coche, asiéndome uno de las quijadas, y otro me decía: "Don Francisco, deme la mano" y yo le decía: "D. Fulano, deme el pie". Salí de juicio, y del coche. Hallé al cochero hecho santiguador de caminos, diciendo no le había sucedido tal en su vida. Yo le dije: "Vuesa Merced, lo ha volcado tan bien, que parece que lo ha hecho muchas veces".
No os he contado que entre la amplia comitiva, aparte de todos los anteriormente citados, junto a los médicos, sangradores o cirujanos, también iba un algebrista, que era un cirujano especializado en colocar los huesos dislocados en caídas fortuitas de caballos, o de vuelcos de carruajes, como lo fue este caso. Era relativamente habitual.
El caso es que tras la parada en Aranjuez, su siguiente destino era Tembleque, el 9 o el 10 de febrero, según distintas crónicas, ya que en algunas se comentan que se alargaron un día más en Aranjuez, por el mal tiempo. Ese día, tras la famosa corrida de toros, unas luminarias y fuegos artificialesel Rey durmió en Tembleque, y al día siguiente, tras comer también en nuestro pueblo, partieron rumbo al sur; su siguiente parada sería Madridejos
Para profundizar explícitamente en la visita a Tembleque del Rey Felipe IV, Quevedo y toda la comitiva, voy a rescatar la crónica más completa de todas las que he consultado, y que fue la que dejó plasmada un historiador contemporáneo de Tembleque, Fernando García Villarrubia, tras consultar documentación de distintos archivos y bibliotecas en los años 70 del siglo pasado. Nuestro paisano Fernando es el autor de la mayor recopilación de documentos y textos de la historia de Tembleque, mecanografiados por él mismo, en un trabajo que está publicado íntegramente en este mismo blog, y que un servidor consulta habitualmente a la hora de buscar información sobre la historia de Tembleque.
De hecho, Fernando colaboraba por aquel entonces en la revista "Nueva historia", donde había una sección de "consultas de los lectores".
En la revista de diciembre de 1978, un lector, llamado Luis Merino, escribió directamente: 
"Desearía me proporcionasen información acerca de la estancia de Felipe IV en Tembleque (Toledo), en 1624. ¿Es cierto que mató en la plaza a un toro a tiros de arcabuz?"
En su respuesta, es donde encontramos la crónica más completa, que compartiré a continuación.
En esta crónica publicada por Fernando García Villarrubia, se narran perfectamente los preparativos de los vecinos en los días previos a su llegada a Tembleque, (fueron avisados con poca antelación, el 2 de febrero), se pusieron manos a la obra para arreglar las calles, en un estado pésimo, llenas de barro y lodo por los últimos temporales de lluvia. El día de la famosa corrida de toros, momento en el cual se da por inaugurada la Plaza Mayor, según la historia, estaba nevando, granizando y hacía mucho viento. Se describe con todo lujo de detalles el famoso "arcabuzazo" que le propinó al tercer toro entre sus ojos, si bien tuvo que ser un segundo disparo en el codillo el que acabara con la vida del animal.
Página de la revista "Nueva historia". Diciembre 1978. Facilitada muy amablemente y de forma altruista desde la Biblioteca de Albacete.
Transcripción íntegra de la crónica anterior:

A principios de 1624 Felipe IV, que inicia el tercer año de su reinado, decide viajar a Sevilla. El camino es largo y los pueblos que jalonan el camino real se disputan la recepción de tan alto personaje, aprestándose a dar la mejor de las bienvenidas. Después de Aranjuez, Tembleque es la escala siguiente. El concejo no tiene dinero. El pueblo es un barrizal después de un mes de nieve y lluvia casi continuada. Sin embargo, el concejo quiere dejar un buen recuerdo al rey. La villa tiene problemas jurisdiccionales y los pleitos con los pueblos colindantes, especialmente con Consuegra, son constantes. Con el Rey viaje la Corte y conviene hacer buenos valedores. Así, aunque el tiempo apremia, todo se dispone de la mejor manera.
Nevando en la Plaza. Foto de hace aproximadamente un siglo.
El 2 de febrero se presentaba en la villa de Tembleque, del Priorato de San Juan, el doctor Juan de Quiñones, teniente de corregidor de Madrid, para anunciar que Felipe IV y su séquito irían a dormir a dicha villa el día 9 a su paso hacia Andalucía.

El concejo, que se reúne al día siguiente a toque de campana, decidió que era necesario hacer algunos gastos y fiestas para recibirlo. Los fondos municipales eran escasos y cargar los gastos sobre los vecinos a través de una derrama especial hubiera sido impopular. Pero el concejo es propietario de las Paneras del Pósito que anualmente (en cada verano) eran arrendadas en cuarenta mil maravedíes, y que ese año ya había sido cobrado hasta Navidad, de modo que se acordó la cobranza adelantada sobre el año próximo.
Los trabajos se iniciaron deprisa. Se ordenó el adecentamiento de las casas, se allanaron los caminos y se arreglaron las calles, que estaban cubiertas de lodo.
A las cuatro y media del día salían a recibir a tan altos huéspedes el Ayuntamiento en pleno y otra personas principales a caballo, y casi toda la gente de la villa. Con el Rey, en una carroza tirada por seis mulas, venían su hermana, el infante don Carlos, el conde-duque de Olivares y el duque del Infantado. Seguía una larga comitiva formada, entre otros, por el marqués del Carpio, mayordomo mayor, el conde de Santisteban y otros muchos señores.
Si atendemos a la cifra dada por el concejo, la población de Tembleque se vio prácticamente duplicada en aquella noche. El rey manifestó su deseo de acudir a una lidia de toros. La plaza de Tembleque tiene tres entradas; dos que se abren a lo que fue el camino real, calle de Ntra. Sra de Gracia y calle de la Iglesia, y una tercera que da al campo y que es conocida como el callejón del toril por ser la puerta por donde habitualmente salían los toros encerrados en un corral colindante.
En la preparación de la plaza para la lidia se pusieron portadas en las bocas de cada calle, se atableó la plaza, se enmaderaron los caños y se tendió gran cantidad de arena. Para la lidia, que inicialmente iba a disponer de seis toros y luego por circunstancias quedaron tres, trajeron una compañía de 100 hombres, la mitad con picas y la otra mitad de arcabuceros. Después de haberse aposentado en la casa del licenciado Gaspar de Prado, el Rey marchó a presidir la lidia desde el balcón central del Ayuntamiento. (Desconocemos la ubicación exacta del Ayuntamiento en aquel año, pues el actual Ayuntamiento se construyó décadas después entre 1650 y 1654).
Arcabuceros de Los Tercios Españoles
Los dos primeros toros
, al decir del cronista, fueron de singular bravura. Hirieron a cuatro hombres, desbarataron a la compañía que salió con las picas, hirieron a muchos y "con todos mataron dos toros a cuchilladas". Pese a todo el espectáculo fue del agrado de S. M. que, aunque nevaba, no se retiró del balcón. Cuando salió el tercer toro la cosa se fue poniendo difícil, ya por su bravura, ya porque el terreno había recalado con la nieve y "no se atrevía nadie a dexarretarle". Fue entonces cuando "S.M. tuvo gusto de tirarle con un alcabuz que mandó traer y le tiró una bala siendo ya anochecido y le dio en la frente entre los ojos y no cayó y luego le tiró otra vez y le dio en el codillo y cayó al punto muerto con gran regocijo de todos".

Acabada la corrida se pusieron luminarias en toda la villa y a petición del Rey se inició la fiesta de la pólvora, para la cual se habían colocado tres ramilletes tan altos como la baranda de la Audiencia, cubiertos de hojas y flores pintadas, y tres ruedas, con toda suerte de cohetes "boladores, buscapiés, troneros y otros que se echavan de la mano... que despidieron gran cantidad de fuego de manera que nadie estava seguro en la plaza y bentanas". Completaban este día de fiesta dos bandas de música, una de chirimías y otras de clarines.
Felipe IV
Por un día se había llegado a la síntesis. La España de la quiebra, perezosa y despreocupada, madrugaba para asistir a misa en una Iglesia especialmente engalanada en su honor. Igual que se va un sueño, partían de nuevo hacia el Sur incapaces de comprender la crisis en que estaba sumergido el país. Cien ducados para el Hospital y los pobres de la villa, una hacineda municipal empobrecida y el recuerdo de un fasto desconocido fueron su estela y su huella. Atrás dejaba un pueblo que había vivido un acontecimiento extraordinario y que quedaban "muy gustossos y desseosos de ver a su Rey y señor a la buelta en sus casas" cuando supieron "que no se les hizo ningún repartimiento" para pagar los gastos de la estancia.

F.G.V. En Nueva Historia. Número 23. Diciembre de 1978.

Itinerario.
Hasta aquí la excepcional crónica del paso de Rey Felipe IV por Tembleque. Pero no fue la única vez que paró en nuestro pueblo.
Su viaje a Andalucía continuó al día siguiente, después de comer en Tembleque, se dirigieron a Madridejos, donde durmieron. Posteriormente Membrilla y muchas otras poblaciones, hasta llegar a Andalucía, (Córdoba, Sevilla, Doñana, Cádiz, Gibraltar, Marbella, Málaga, Granada, Jaen...), para iniciar el regreso a Madrid a principios de abril, donde repitieron parada a su vuelta en varias localidades, y por supuesto en Tembleque, con un nuevo festejo taurino, aunque no he encontrado una crónica detallada de esa segunda parada.
Dicen textualmente las crónicas al respecto, como la de la carta escrita por Jacinto Herrera y Sotomayor:
..."Martes 16 de abril (de 1624), Su Majestad a comer cinco leguas de Manzanares a Villaharta y de allí otras cinco a dormir a Madrilejos. Miércoles a 17 fue a comer seis leguas de Madrilejos a La Guardia y vio de paso toros en Tembleque, y a la tarde fue a dormir tres leguas de La Guardia a Ocaña. Jueves a 18 de abril Su Majestad a comer seis leguas de Ocaña a Pinto, donde le recibió su alteza el Señor Cardenal Infante, para meterle a Madrid con la mayor fiesta"...
Existen otras muchas publicaciones con distintas crónicas de este viaje a Andalucía por parte del Rey Felipe IV. Francisco de Quevedo, como he comentado anteriormente, escribió varias cartas al respecto, publicadas en el "Epistolado completo de Don Francisco de Quevedo Villegas". (Extracto en la imagen adjunta):
Carta XXIII que dirige Quevedo al marqués de Velada, fecha en Andújar, a 17 de febrero:
"... Su majestad es tan alentado, que los más días se pone a caballo; y ni la nieve ni el granizo le retiran. En Tembleque, aquel concejo recibió a su majestad con una fiesta de toros, a dicho de alarifes de rejón, valentísimos toreadores de riesgo, y alguno acertado. Bonifaz lo miraba, y de nada se dolía. Tuvieron fuegos a propósito y bien ejecutados. Su majestad de un arcabuzado pasó un toro que no le pudieron desjarretar..." 
Quevedo también escribió un poema al respecto de la gesta del Rey en los festejos taurinos en Tembleque, titulada: CELEBRA EL TIRO CON QUE DIÓ MUERTE Á UN TORO EL REY NUESTRO SEÑOR, que compartiré de manera íntegra al final de este reportaje.
Otros textos más breves, como esta carta del anteriormente citado Jacinto de Herrera y Sotomayor, Gentilhombre de Cámara del Señor Duque del Infantado,  nos narran textualmente así el paso del Rey por Tembleque:
"Sábado a 10 comió Su Majestad en Aranjuez por la mañana y fue a dormir ocho leguas de allí a Tembleque,, siendo todo el día nieve, granizo y viento. Le recibieron en el lugar con una suiza (fiesta militar), que esto, cohetes, luminarias y danzas fue lo general de todos los que pasó conforme las posibilidades de cada uno. En este posó Su Majestad en la plaza, donde en llegando le corrieron unos toros, que le tenían prevenido, tan bravos que el postrero mereció ser trofeo de su escopeta. Domingo a 11 comió en Tembleque y fue a dormir cuatro leguas de allí a Madrilejos, siguiéndole todo el día la nieve y el aire del pasado."
Bibliografía
: Parte de estas crónicas, así como algunas de las ilustraciones, están extraídas del libro de 2018: "El viaje de Felipe IV a Andalucía en 1624.Tiempo de recursos y consolidación de lealtades". De Francisco Sánchez-Montes González. Muy recomendable para quien quiera profundizar más en este viaje de Felipe IV a Andalucía.
También, en el diario ABC, con fecha 3 de marzo de 1908, publicó una formidable crónica general de este viaje del Rey Felipe IV a Andalucía, el cual comparto a través de una captura de la hemeroteca del ABC: (Con mayor resolución pinchado en la imagen o descargándola de este enlace de Google Photos):
Hasta aquí el amplio resumen y crónicas de lo que muchos historiadores consideran la inauguración oficial de la Plaza Mayor de Tembleque, con la visita del Rey Felipe IV.
La Plaza Mayor, Monumento Histórico Artístico de carácter Nacional en 1973 (foto adjunta del expediente en el BOE), desde sus inicios, ha tenido multitud de restauraciones. No era tampoco en 1624 como en la actualidad. Sí tenía ya la misma configuración, pero lo más probable es que no tuviera aún el tercer piso de las galería superiores. Tampoco existía el edificio actual del Ayuntamiento, que se construyó 30 años más tarde, y otras muchas curiosidades que pronto conoceremos de la mano del historiador José García Cano.
Última corrida de toros en la Plaza de Tembleque. 22-8-1987
La Plaza se construyó para varios fines, principalmente sociales o festivos, y uno de ellos, desde sus inicios, fue precisamente para la celebración de festejos taurinos, de los que hemos tenido muchos a lo largo de la historia. Por eso tenemos el denominado callejón del Toril, en el ala oeste, que era por donde entraban los toros a la Plaza.
La última corrida de toros que se llevó a cabo en la Plaza Mayor de Tembleque fue el 22 de agosto de 1987, donde se instalaron unas gradas en el interior de la Plaza, como podemos ver en varias fotografías y vídeos.
Desde entonces, aunque no ha habido festejos taurinos, sí que los vecinos y visitantes la hemos disfrutado en el resto de festividades, como las Fiestas Patronales, Carnavales o un sinfín de eventos que tenemos cada año en nuestro pueblo.
También han continuado las restauraciones, siendo la última la de 2020, cuando se cambió el solado de tierra por uno integral de adoquines. Tenéis un amplio reportaje multimedia en este artículo del blog.
Para finalizar este recorrido con la efeméride de la visita del Rey Felipe IV a Tembleque en 1624, y a la espera de compartir los distintos eventos conmemorativos que muy probablemente se hagan en nuestro pueblo en el presente año 2024, el año del IV Centenario, compartimos el poema de Francisco de Quevedo, que él mismo tituló:
CELEBRA EL TIRO CON QUE DIÓ MUERTE Á UN TORO EL REY NUESTRO SEÑOR.
La posible explicación a algún extracto de este romance, la encontramos por ejemplo en esta publicación de la Universidad de Navarra: https://revistas.unav.edu/index.php/laperinola/article/download/39722/34153/
...En otro romance de temática taurina, «Ayer se vio juguetona» (PO, núm. 767), que «Celebra el tiro con que dio muerte a un toro el Rey nuestro señor», hay un momento en que Quevedo describe cómo Felipe IV mata al toro de un disparo:
El grande Filipe Cuarto,
que le mira como juez,
por generoso y valiente
y vengador del cartel,
tomando aquel instrumento
que supo contrahacer
los enojos del verano
que perdonan al laurel (vv. 177-184).
Como explica Blecua, el rey mata al toro «tomando una escopeta, que contrahace los rayos de Apolo», poniendo el poeta en relación el efecto de los disparos de la escopeta con los rayos de las tormentas, los cuales, según creencia popular en la época, no caían nunca sobre el laurel. La luz del sol pierde el carácter de dignidad, la posición central que adquiría en el Renacimiento, cuestión que supone, como explica Barnard, que «the light imagery is used to degrade»...

Transcripción literal del poema (sin los puntos explicativos que sí aparecen en la versión en imagen).

CELEBRA EL TIRO CON QUE DIÓ MUERTE Á UN TORO EL REY NUESTRO SEÑOR.
Ayer se vio juguetona
Toda el arca de Noé,
Y las fábulas de Isopo
Vivas se vieron ayer,
Y más bestias diferentes
Que hojaldran en un pastel;
Fieras, que, de puro fieras,
Dichosas pudieron ser.
Por África, sin vasallos,
Vino el coronado rey
Que á buena y mala moneda
Anda aruñando el envés;
El que debe á la pintura
Mas braveza que á su ser,
Vencible á punta de cuerno,
Invencible en el pincel;
El que dio nombre en Castilla
Al esforzado leonés.
Por lo real y rapante.
Sepan cuantos de papel;
Al que David hizo andrajos
La portada del comer.
Preciado de que en Alcides
Es papahigo su piel;
El de enfermedad barata,
Que no le cuesta un tornes,
Pues por no tener doctores,
Cuartanas quiere tener.
El rescoldo de los julios;
El estrellón de la sed;
Signo de merienda y río;
Horno de su proprio mes;
Fulvo, secimdum Virgilio,
Con sus greñas de francés;
Desnudo de medio abajo,
Treta de mala mujer;
Con más zarpas en las manos
Que capuz de portugués,
No con presunción más corta,
Y tan grave como él.
Salió con grande mesura
Y con paso muy cortés,
Á dar audiencia de aruño,
Y echó menos el dosel.
Con pasaporte de Plinio
Un gallo salió después,
Porque los quiquiriquíes
Dicen que le hacen temer.
Mas hanme dicho los gallos
Que á su canto en Israel
Dio la moza de Pilatos
Solamente ese poder;
Y si el buen gallo supiera
Lo que vino á suceder,
Tomara al león por gallina,
Y él pusiera huevos de él.
Apeló el canto del gallo
Á la negación, y fué
Á subirse en la coluna.
Donde en los pasos le ven.
El león quedó viudo
Sin el marido doncel,
Tan cerca del cacareo,
Que ya le tuvo en la nuez.
En esto salió á la plaza
Un jarameño Luzbel,
Con dos apodos buidos
De malmaridada sien;
Con paréntesis de hueso
Coronado el chapitel;
Los ojos más escondidos
Que tienda de mercader;
Muy barrendero de manos,
Muy azogado de pies;
Lo bragado, ya se entiende;
Lo hosco, no es menester.
Acordóse que era signo
En el pabellón turqués
De los doce que á la mesa
Del Sol comen oropel.
Por detrimento de Marte
Se aseguraba el vencer.
Viendo que de abril y mayo
Es presidente Aranjuez.
De Toro pater Eneas
Se acordó sin saber leer,
Y de la ciudad de Toro,
Que da buen zumo á la pez.
Mas en hacer mal á tantos
Y no hacer á nadie bien,
Era signo con testigos
Y á proceso pudo oler.
Miró al león, y en aquello
Que decimos santiamén,
Le rebujó á testeradas;
Le zabucó de tropel.
Defendíase de pulla
El león á cada vez,
Y quiso de pajarito
Volarse por la pared.
Desmintió el toro á Solino,
Y á Eliano, y á otros tres
Electores del Imperio,
Que no quiso obedecer.
Salieron macho y caballo,
Sin albarda y sin jaez,
Y en la cartilla de ovejas
Deletrearon el be.
La mona, que en las tabernas
Suele ahogar el beber,
En acémila penada,
Allí la ahogó el cordel.
El animal que en Jarama
Cornadas sabe pacer,
Los rempujó con las lunas
Que santiguan en Argel.
Sin decir «acá me vengo»,
Y sin «¿quién llama?» y «sí es»,
Con las armas de la villa
El león se fué á meter.
Hiciéronse unas mamonas
Sobre «estése» ó «no se esté».
Que se abollaron las jetas
Y se rascaron la tez.
Todo felpado de moños.
El oso esgrimió tal vez
Algunos pasagonzalos
De bellaco proceder.
Desquitaba con abrazos
Á los perros el morder,
Y andaban á bofetadas,
Al derecho y al través.
El camello, que está hecho
Á los Magos de Belén,
Con las heridas del toro
Tuvo muy poco placer.
Mas, nadador de cachetes.
Ya de tajo, y de revés,
Al toro obligó que hiciera
Lo que á todos hizo hacer.
Por las dos plazuelas vino
Sin pluma un gato montes,
Y, andando buscando causas,
Fué merienda de un lebrel.
Más preciado de sus manchas
Que un jaspe y un arambel,
Salió el tigre; escarbó el toro,
Con que le mandó volver.
La zorra, que en tantas gentes
Se llama vuesa merced,
Y que, con capas y mantos.
Hembras y varones es.
Haciendo la mortecina.
Quiso escapar de la red;
Pero quien supo más que ella
La tomó con un vaivén.
En la gente que miraba
Hubo palestra de prez,
Unos, con los rempujones;
Otros, estrujando el ver.
Con el sol de los membrillos
Tuvo batalla cruel
Todo cogote, que agora
Gasta diagridis y sen.
Á la artificial tortuga.
Que cizaña á todos fué,
Y con vómitos de chuzos
Dio cólera al no querer,
El toro, que arremetiera
Con la torre de Babel,
La dio cuatro coscorrones
Que le parecieron diez.
Los que de pedir prestado
Guardan en la corte ley
No embisten como embestía
El torazo magancés.
El grande Felipe cuarto,
Que le mira como juez,
Por generoso y valiente
Y vengador del cartel,
Tomando aquel instrumento
Que supo contrahacer
Los enojos del verano,
Que perdonan al laurel,
Porque no muriese á silbos
En el bullicio soez,
Ó, á poder de ropa vieja,
En remolinos de á pie,
Ó porque no le matasen
Perezas de la vejez,
Que es fin de los bien reglados.
No de hazañoso desdén.
Pasándole por su vista
(Eavor de sumo interés),
Mucha muerte en poco plomo,
Le hizo desparecer.
Perdonó, por forasteros.
Los que venció su poder,
Para que en sus vidas proprias
Viva su victoria esté.
Esta fiesta me contaron
Dos que, detrás de un cancel,
Á costa de dos mil coces.
Vieron un poco de res.
Finalizamos aquí este reportaje, a la espera de poder ampliar información histórica sobre la Plaza Mayor de Tembleque, en este año 2024, el IV Centenario de la Inauguración de la Plaza Mayor, con la visita del Rey Felipe IV y Francisco de Quevedo en febrero de 1624.
Adjunto fotografía del cartel del último festejo taurino celebrado en Tembleque, el día 22 de agosto de 1987.
Panorámica de la Plaza Mayor de Tembleque durante la última corrida de toros. 22-8-1987.

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