
Será nuestro paisano Julián, quien de nuevo nos contará la crónica del viaje:
UNA EXCURSIÓN CON MUCHO RITMO.
Eran poco menos de las ocho de la mañana,
del primer día de abril, cuando los excursionistas,
llegaban a Despeñaperros.
Pasadas las seis de la mañana, arrancaba
el autocar que llevaría a los turistas a Almuñécar,
provincia de Granada y a la misma capital.

Antes de echar a andar, todos se encomendaron a Jesús Nazareno, Patrón y protector de los temblequeños.
Pasando por la provincia de Jaén, como es sabido, se podía ver como una mancha interminable de color verde oliva, hasta que el nevado Veleta, Sierra nevada, sorprendió, agradablemente a los viajeros. Después de otra avanzadilla, desde lo alto de la cordillera, pudieron observar con gran entusiasmo las anchas y azules aguas del Mediterraneo. La visión del mar suele producir en muchas personas paz, sosiego, recogimiento.

Tan empinada que ni los árboles están seguros. Muchos desniveles y empinadas cuestas. Es todo él un terreno tan desigual que las escaleras son imprescindibles. Pero merecía la pena, la mayoría quedó en zona baja, segura, otros hasta arriba, no sin resuellos entrecortados.
Desde arriba el mar de fondo, la inclinación del pueblo, paisajes y la blancura de sus casas, todo un espectáculo maravilloso para contemplar, pero muy difícil de describir.
A la vuelta, pasaron por Nerja, donde disfrutaron de un buen paseo corriendo por sus calles y viendo escaparates.

El destino era visitar uno de los pueblos más distinguidos de esa zona por su situación, belleza, singularidad y encanto.
Situado a mil setecientos metros de altitud, terreno escarpado, e innumerables curvas, pero subirlo en autobús es otra cosa. Con mucho miedo, pero llegamos perfectamente, gracias a un buen conductor, que con pericia y profesionalidad llegó a todas partes. Sí, desde luego hubo un momento de tensión, al cruzarse con otro autobús que bajaba. Había algo de curva y los dos no cabían y el que portaba esta excursión, tuvo que ceder, derrapó un pelín la rueda trasera, pero todo superado, incluso el susto, aliviados continuaron.


Cuando llegaban casi, abajo, y después de tanta curva, algunos necesitaron bolsas para lo que fue y otros bajaron a toda prisa del autocar y dejaron el rastro con lo regurgitado. Dentro del autobús hubo de todo, algunos pringados y el piso que necesitó pase de fregona. Solo quedó leve olorcillo.

Para el último día, dejaron Almuñecar. El guía intentó que lo vieran desde un trenillo, pero no pudo ser, porque, al parecer, el conductor estaba ese día ausente. Por eso lo hicieron a pié tirando de las fuerzas que quedaban para seguir subiendo y bajando. Pero mereció la pena.
Visitaron la oficina de turismo, una casa preciosa con un jardín de árboles centenarios y otros restos. Desde allí se trasladaron al museo arqueológico y factoría de salazones, lo que queda de ella, claro.
Por último visitaron el Castillo de S. Miguel con una historia que sería muy prolija para contar.
A la vuelta, muchas risas y felicitaciones, porque todo fue bien planeado, bien aprovechado, y todo acabó bien.
Y se despidieron felices y satisfechos hasta la próxima excursión.
TEMBLEQUE, 05-04-2016.
En el siguiente vídeo, cortesía de Euyín, vemos un amplio resumen de todo lo que nos ha contado Julián:
1 comentario:
cuantas cosas se aprenden con estos viajes. muy bonito los de Tembleque paracen andaluces mas que manchegos.
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