jueves, 21 de enero de 2021

Técnicas, prácticas de supervivencia y rutas en la nieve, desde Tembleque, durante el temporal Filomena.

A pesar de los estragos que el temporal Filomena dejó en nuestro pueblo, algunos paisanos, aficionados a la montaña y la nieve, aprovecharon la ocasión para realizar unas rutas por nuestro campo completamente nevado, algo creo que inédito por estas latitudes manchegas, y además, aprovecharon para practicar unas técnicas de supervivencia, como nos van a mostrar en este artículo.
 
Así pues, nuestros valientes paisanos, Belén, Gabriel y Jesús, en una primera ruta, y posteriormente Pili, no perdieron el tiempo, y ataviados con unas raquetas de nieve, iniciaron el camino y practicaron varias técnicas de supervivencia en la nieve, como las autodetenciones en nieve o hielo, es decir, saber frenarte si tienes un resbalón en la montaña, o la construcción de un refugio de nieve similar a los que se suelen hacer en la montaña, para pasar la noche.
Todo ello bajo la supervisión de Gabriel, que es guía titulado en montaña. Os invito a visitar su página web, con más información sobre nuestro paisano: https://gabrieljimenezguiademontana.wordpress.com/.
Todas estas actividades, son más propias de la alta montaña, tal y como me explicaba Belén, que ha decidido compartir con todos, unas fotografías de su experiencia, además de un pequeño vídeo ilustrativo.
La primera ruta la hicieron en la zona del camino Parrales y el camino de los cerros de Tallana, en el lado oeste del término municipal de Tembleque. Esto es, para que os situéis, continuando el camino del Punto Limpio de Tembleque, hacia los cerros. 
En el vídeo, ellos mismos bromean indicando que se encuentran en pleno paisaje siberiano, y no les falta razón, pues la estampa desde luego es lo más parecido, y cuesta mucho imaginar que debajo de ese inmenso manto blanco, están pisando tierras manchegas, concretamente nuestro querido pueblo de Tembleque.
Tan sólo cuando se toparon con una viña emparrada, fue el único momento que les recordó que estaban en La Mancha, sin duda.

Posteriormente, hicieron una segunda ruta senderista. En esta ocasión, para visitar el castillo de Mora, encaramado, parada técnica a comer en Raneras (antiguo poblado de quinterías) y el Pantano de Finisterre, partiendo inicialmente desde la ermita de la Virgen de la Antigüa, de Mora. (Más información sobre Raneras y el Castillo de Mora en este artículo del blog).
No obstante, extraigo el texto del cartel informativo que encuentra el visitante al llegar a Raneras. También os dejo el enlace a un vídeo de fotografías, que yo mismo pude tomar en el año 2010:

Han cambiado los nombres según los dueños y las épocas, Por ejemplo, Solana del Sastre y Solana de San Juan. Hoy día se les conoce como Casas de la Solana; se trata de una agrupación de viviendas a unos 12 kilómetros de la población, a las cuales se iba “de quintería” principalmente durante las recolecciones. Cada familia preparaba los víveres necesarios para su sustento; (grano para las caballerías, patatas, aceite, pan, vino y otros elementos básicos); el agua la tomaban de un pozo comunitario que se encontraba cerca de las casas; también había una pila para abrevadero de las bestias y un amplio terreno no labrado para cortar leñas, aparcar carros y permitir a los muchachos y las gallinas andar a sus anchas.
 Las casas, salvo excepciones, son de tapial confeccionado con tierra a pie de obra; Las de más rumbo tienen corral y portada, las más humildes tienen una sola puertecilla y comparten patio y corral. En las casas mayores había un pajar doblado sobre la cuadra y ocho, diez o más pesebres con su pajera correspondiente; en todas había una cocina de fuego bajo y una amplia campana con un revellín sobre el que se colocaba el candil; aprovechando el grosor de los muros existía alacenas donde guardar lo imprescindible. A ambos lados del hogar existían dos generosos poyos de mampostería, buenos para sentarse en torno a la lumbre, y servían además como cama añadiendo una simple saca de paja. Sobre las paredes se colgaban las mantas y los arreos. A ras de suelo hacían con yeso y cal el hueco de las canteras.
 La vida en la quintería era sosegada. Al final de la jornada de trabajo se solía cenar temprano y después la gente más joven se divertía bailando al ritmo de un acordeón, o de no haberle, con una cuchara de latón y una botella vacía de anís. Allí se cantaban seguidillas morachas, variantes de las seguidillas manchegas con letras locales o que adoptan coplas de otras regiones.

A esta segunda ruta también se unió nuestra paisana Pili. Una ruta de 13 km que completaron en 6 horas, con parada a comer en Raneras. Fueron con raquetas, y aunque sabían que por allí había nevado mucho más que en Tembleque, se quedaron sorprendidos de la enorme cantidad. Avanzaron despacio, pero pudieron terminar sin mayores complicaciones. Quedan eso sí, unas formidables fotografías para el recuerdo, con estos paisajes tan preciosos, que añado al álbum online con el que despediré este artículo.

No ha sido la única actividad inusual en Tembleque durante el temporal Filomena, pues también se ha podido ver, tal y como dejé reflejado en el reportaje específico sobre este temporal, a gente esquiando en el cerro de los molinos.
 
Recupero dicho vídeo, facilitado por nuestro paisano Ángel Luis Muñoz, para finalizar este artículo del blog, donde hemos comprobado que aunque es algo completamente inusual, en Tembleque también se puede practicar deportes de invierno, aunque haya sido una excepción.
El resto de fotografías, que yo creo que son ya históricas en nuestro pueblo y los parajes de alrededor, (sierra del Ojo del Buey, el castillo de Mora, embalse de Finisterre o Raneras), las dejo alojadas en este álbum de Google Photos. Muchas gracias a Belén, Jesús, Gabriel y Pili, y enhorabuena por la iniciativa.
Mora, visto desde su castillo.
Mora, visto desde lo alto de su castillo.

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